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Ráfales

Ráfales

El encanto de este pequeño municipio es innegable. A pesar de ser uno de los pueblos con menor demografía comarcal, Ráfales destaca por la belleza de su casco antiguo. De hecho, el conjunto arquitectónico fue incoado en 1983 como Bien de Interés Cultural.  En 1337 fue cuando Ráfales obtuvo el título de villa independiente, dado que anteriormente era una aldea de origen árabe dependiente de Monroyo.

Uno de los puntos más interesantes por su belleza arquitectónica es el centro de la población. Aquí se enclavan la iglesia parroquial dedicada a la Asunción de Nuestra Señora, el ayuntamiento, y una serie de fachadas teñidas de azul añil que permanecen en la retina de cualquier visitante de Ráfales. La singularidad con la que se esculpe la plaza Mayor en forma de “L” recoge estos enclaves con un encanto particular. Comenzando por el ayuntamiento, este se encuentra adosado sobre uno de los portales originarios de la antigua muralla. Aquí confluyen el portal de San Roque y el portal de la Villa con la lonja del ayuntamiento. De estilo renacentista, recoge un cruce de calles desde donde parte la escalinata de piedra que da acceso a la parte superior del mismo. En sus bajos, una lonja porticada muestra una monumental estética que prosigue hasta la puerta de la iglesia parroquial flanqueada por casonas y pórticos de gran interés visual.

Al otro costado de la plaza, se erige la parroquia de la localidad, declarada Bien de Interés Cultural en 1983. El edificio se eleva una altura por encima del ayuntamiento, un desnivel propio de la plaza que es perfectamente perceptible. El templo es una edificación perteneciente al conjunto comarcal de iglesias góticas del Matarraña del siglo XIV que se levantó sobre la base de una iglesia románica del siglo XIII con la que ya contaba la población.

Los restos de la muralla que rodeaba esta aldea son a día de hoy los lugares de mayor interés turístico. Entre ellos, la torreta. Esta construcción defensiva protegía una de las entradas a la población y que, posteriormente, perdió su carácter defensivo y pasó a formar parte de una de las casas terratenientes del municipio: la casa l’Hereu. El portal de la Moneja es otro de los tesoros que dejó el antiguo recinto amurallado destacado por su fachada de mampostería.

De obligada visita es el Molí de l’Hereu. Este alojamiento con encanto fue un molino de aceite hasta los años 70, siendo uno de los motores principales de la economía del municipio.